8 de diciembre de 2008

Madonna sin crisis

A continuación comparto con ustedes una columna de opinión que hizo mi amiga Malú para su examen de prensa, muy bueno la verdad, muy certero.

Entre la gran cantidad de conciertos de exportación que invade la agenda de espectáculos nacional, existe uno que se ha escapado de todos los paramétros propagandísticos. Me refiero, por supuesto, al de la reina del pop “Madonna”.

Sin embargo, todo el auge que los medios le han dado al "Sticky and Sweet Tour" no es una exageración sin fundamentos, porque el delirio que desata la diva entre sus seguidores da para esto y mucho más, incluso para que la productora no dudara en la relización de un segundo concierto.

Luego de haber visto hace poco días como a lo largo de todo el país miles de fanáticos, o a estas alturas, miles de devotos de la diosa popera celebraron sus 50 años en discoteques y fiestas masivas, cabe preguntarse cómo es que una mujer con canciones de poco contenido mueve a más gente que el Dalai Lamma o las conmemoraciones de aniversario de Luther King.

Aceptémoslo, no es una gran intérprete, pero sí que tiene estilo. Inmersa en una juventud globalizada que se conforma con un par de ídolos que se vistan bien o causen suficiente polémica como para que sus padres no estén de acuerdo con su fanatismo, la diva de medio siglo se las ha arreglado para ser parte de esta adolescencia que valora más el envase que el contenido. Un bullado divorcio, un hermano que la odia, el beso con Britney, son algunas de sus herramientas.

Como toda reina, Madonna goza de derechos y se da el lujo de pedir extravagancias para su camarín y el de su comitiva de 220 personas. El problema es quién costea toda la opulencia en plena época de crisis mundial. Son los mismos que exigen al Gobierno subsidios para las cuentas domésticas, la bencina, la educación, hasta para palear el alza de los cigarros, quienes están dispuestos a pagar hasta 150.000 pesos –casi un sueldo mínimo- por ver a la diosa bailando en un faustoso escenario de 83 por 42 metros que demora cinco días en ser montado.

Ese efecto hipnótico que produce el evento, similar al provocado por la teletón, hace que se olviden las deudas y se valore el esfuerzo y trabajo por conseguir dinero honesto, con el fin de costear la imperante necesidad de escuchar en vivo a la estrella musical que hecha por tierra a los otrora cantantes que pretendían hacer de las tonadas una crítica social o incentivar la paz o, en último caso, hacer que el público “sienta las notas para alimentar su alma”.

A estas alturas poco importa cómo lo logro, lo cierto es que las entradas ya están prácticamente agotadas, incluso los revendedores ya están por rematar su mercadería. Sólo resta esperar hasta la mañana del 12 de diciembre, cuando los dos conciertos estén consumados y sus asistentes se levanten a su cotidianidad para pensar en la nueva fórmula en la que lograrán que el Estado les regale plata o, si luego del demoledor evento el cansancio es mucho como para pensar, usar el recurso fácil y organizar un paro.

1 comentario:

solsiyonka dijo...

Incluso a través de estos "artistas" trotamundos, los yanquis nos sacan el dinero de los bolsillos.

Por otro lado, la gente no aprende más, es capaz de gastar lo que sea con tal de asistir a un show de estos criminales. ¿Cambiara la gente algun día?