La tecnología, que hoy está al alcance de cualquiera, ha sido fundamental en la expansión de esta nueva forma de hacer Periodismo. Los celulares, las cámaras fotográficas y hasta un mp3 con grabador pueden traer la noticia del momento a manos de una persona desconocida.
Pensar que es una amenaza para el periodista creo que es exagerado, pues este debe estar más atento aún de lo que le llega a sus manos, porque en él recae la misión de verificar la fuente y determinar si es prudente publicarlo.
Por supuesto esta práctica tiene sus pro y sus contra, a continuación les muestro un fragmento interesante de la columna de opinión de Carlos Manuel Sánchez, escritor de la revista XLSemanal de España, quien acertadamenta describe el fénomeno del periodista-ciudadano.
París, feria de la agricultura. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, saluda con una sonrisa a flor de labios a los asistentes. Alarga la mano a diestro y siniestro, pero un agricultor se niega a estrechársela: «No me toques, que me ensucias». Sarkozy, sin perder la sonrisa, masculla: «¡Pues lárgate, pobre gilipollas!». El primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, le quitó importancia al incidente. «Sólo ha sido un diálogo privado, de hombre a hombre, directo y viril.» Pero ese diálogo fue registrado por la cámara de un teléfono móvil durante 45 segundos. El autor de la grabación es un joven periodista, Stéphene Puccini, que vendió las imágenes al diario Le Parisien por 500 euros. No anduvo muy espabilado a la hora de negociar. Pensaba que sólo había cazado una buena anécdota, pero en realidad tenía una exclusiva mundial. El rotativo colgó el vídeo en su página web, que multiplicó por treinta su número de visitantes y fue visto 800.000 veces en cuestión de horas.
El reportero ha empezado a competir con el espontáneo. La desventaja del primero es que tiene que perseguir la noticia, mientras que el ciudadano se encuentra, a veces a su pesar, en todo el meollo. Como apunta el periodista Xavier Mas de Xáxas, «la información ya no es una lección magistral que el medio ofrece desde el púlpito del cuarto poder, sino que se parece a una conversación de café, al intercambio de pareceres entre iguales».
Conversemos pues, colaboremos. Es el periodismo 3.0. Una revolución en toda regla. ¿Las herramientas de este asalto? Los blogs como guardianes de la independencia del periodismo. La Wiki como plataforma de escritura colaborativa. Las redes sociales, capaces de presionar a los políticos o de colocar a un friki en Eurovisión. El «¡pásalo!» de los mensajes de móvil. La banda ancha, los foros, el Messenger, el software libre... Y lo que venga. El portal YouTube prepara la inclusión de vídeos en directo. Otro zarpazo a las televisiones. Incluso un modesto lápiz USB tiene algo de subversivo. La libertad se mide en gigas.
Pero la proliferación de móviles con cámara también plantea problemas de privacidad. Gimnasios y piscinas ya los están prohibiendo. Y pronto la censura llegará a algunas playas. Hacer topless o lucir michelines no sólo es arriesgado para los famosos. Cualquiera puede acabar en una web porno o sufrir las burlas de los internautas por hurgarse la nariz en público. Una legión de anónimos cibermirones observan, disparan y suben las fotos a la Red. En el metro de Japón hay vagones especiales para mujeres. Así se evita que los indeseables aprovechen las aglomeraciones para sacarles fotografías por debajo de la falda. Voyeurismo a la carta. Y negocio...
La tecnología no es ni buena ni mala. La hacen buena o mala las personas. La asociación de consumidores de electrodomésticos de Estados Unidos ha redactado un código de conducta para los usuarios de los teléfonos móviles. «Piensa antes de disparar», pide. Cuestión de ética. O de sentido común. «El día en que un ciudadano se detenga a fotografiar un accidente antes de ir a ayudar, tendremos problemas», dice Kyle Mc Rae, director de la agencia Scoopt. En realidad, siempre hemos tenido esos problemas, con profesionales o con diletantes. «Los acontecimientos venideros los documentarán fotógrafos aficionados», vaticina sin dudarlo Nicolaus Fest, del diario alemán Bild, que paga entre 500 y 1000 euros por instantáneas de celebridades capturadas con móvil. Es el futuro.
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